Todo comienza condar el “SÍ”
“Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” (Romanos 12, 1-2)
Siempre fui ajeno al tema de la adopción de hijos, no sabía lo que implicaba legalmente, ni lo complicado que es el proceso o el compromiso que conlleva, hasta hace poco que conocí la historia de Armando y Elena a quienes pedí permiso para compartirla.
Después de 10 años de haber intentado tener hijos y poder hacer una familia, Armando y Elena tomaron la decisión de adoptar un hijo. Iniciaron los trámites, entregaron papelería y entraron en la lista de espera de la casa de adopción. Entre correos, llamadas y preguntas pasaron tres años sin respuesta alguna. Poco a poco iban perdiendo la esperanza de tener un hijo. Hasta que en abril del 2016 sonó el teléfono de Armando sin esperar alguna llamada. Contestó la voz de una mujer de avanzada edad quien le dijo: “Buenos días Armando tenemos una niña en la Ciudad de México; no tiene las características que habíamos definido, pero ustedes son los siguientes en la lista…” En ese momento, los dos sin pensarlo se fueron a la Ciudad de México. Al llegar, apareció una enfermera con una niña en sus brazos, se las entregó, los dejó en un cuarto y durante 10 minutos hubo silencio absoluto, solo Elena, la bebé y Armando. Regresó la enfermera y les explicó que era momento de decidir y sólo había dos respuestas “SÍ” o “NO”. Armando y Elena se voltearon a ver sin hacer ni un gesto y al mismo tiempo dijeron “SÍ”. Cuando me contaron esta historia, Armando dijo, “Al momento que dijimos “SÍ” nos convertimos en papás”.
Es increíble la magnitud de dar un “SÍ”. Si nos damos cuenta cada aventura, experiencia o evento importante en nuestra vida comienza siempre con un "SÍ". Hay decisiones que parecen pequeñas y triviales como elegir la comida del día o qué serie empezar a ver, y decisiones importantes como elegir a la persona con la que compartirás tu vida o si decides permanecer sin hijos o adoptarlos. Cada una de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida se convierte en parte de ella. Sin embargo, se nos olvida que dar el “SÍ” al Señor también es una decisión que conlleva compromiso y cambia nuestras vidas.
Precisamente la historia de Armando y Elena me recordó a la anunciación de María, cuando el ángel Gabriel le platica sobre los planes que tiene Dios con ella y ella contestó “Hágase en mí según tu palabra”. La vida de María nos enseña, entre muchas otras cosas, que dar el “SÍ” al Señor implica tres cosas: acción, entrega y compromiso.
El mundo de hoy necesita católicos comprometidos, donde su “SÍ” represente llevar el Evangelio en sus acciones del día a día, donde su “SÍ” represente un estilo de vida comprometido con Cristo, donde su “SÍ” represente dar testimonio, donde su “SÍ” represente una verdadera búsqueda de la santidad.
El Papa Francisco en su exhortación apostólica nos invita a dar ese “SÍ” comprometido explicando que no es sano amar el silencio y rehuir al encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio, ya que somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción.[1]
Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día. Un ejemplo es la historia del cardenal Francisco Javier Nguyên van Thuân[2] que, estando en la cárcel, renunció a desgastarse esperando su liberación, por lo que aprovechó los momentos que se le presentaban cada día para también vivir el Evangelio dentro de la cárcel, escribiendo cartas a los fieles (para después hacer su libro) y enseñando idiomas. No hay pretexto para no vivir el Evangelio y menos que el pretexto sea tu contexto.
El mundo de hoy no sólo necesita gente que proclame y diga que es católico, sino gente que de testimonio del Evangelio con su vida. Vivir el evangelio en la escuela, en la fiesta, en el trabajo, en nuestras casas. Como nos enseña San Francisco de Asís, “prediquemos el Evangelio en todo momento y sólo si es necesario usemos las palabras”. Tampoco se trata de hacer cosas extraordinarias ni fuera de lo normal, como bien decía la Madre Teresa de Calcuta: “Hagamos las cosas ordinarias con un amor extraordinario” para así hacer vivo el Evangelio en nuestras vidas.
No podemos quedarnos con los brazos cruzados cuando Él murió por nosotros con los brazos abiertos. A veces nos olvidamos que, no es que la vida tenga una misión, sino que es misión. Necesitamos verla desde esa perspectiva para así poder reflejar y encarnar el Evangelio en nuestro entorno. Es momento de dar ese “SÍ” comprometido.
[1] Santo Padre Francisco (2018) Gaudete et Exsultate. Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Ediciones Paulinas.
[2] Aciprensa (s.f.) Cardenal Van Thuan. Recuperado de: https://www.aciprensa.com/vejemplares/thuan.htm