La Fuerza del Silencio
Estaba una vez frente al Señor, cara a cara, y a
pesar de que la capilla del Santísimo estaba llena sentía una tremenda
intimidad. Había un diálogo extraño entre Dios y yo. Él sabía lo que me pasaba
y yo sólo podía sentir su amor. No me quería ir de ahí. Me sentía plenamente
feliz, realizado, me atrevería a decir. Lo único que nadie me dijo es que el
sentimiento podía acabar, y acabó...
Hace un año un amigo, que espero esté leyendo
este blog, me regaló un libro: “La Fuerza del Silencio” del Cardenal Robert
Sarah. Para serte sincero, cuando lo vi no le di importancia, sólo era un libro
más, y verdaderamente no entendía por qué me lo estaba regalando. ¿Fue inspirado
por Dios? No sé. Lo que sí sé es que su esposa ya no quería más de su gran
cantidad de libros en su casa, entonces optó por dármelo a mí. Amigo, si estás
leyendo esto no lo tomes personal, pero leí tu libro después de seis meses de
que me lo diste. Traté de leerlo en cuanto me lo diste, pero simplemente el
prólogo de Ratzinger no me atrapó en lo absoluto; suma que no conocía al
Cardenal que lo había escrito y además no me interesaba saber del silencio. ¿Por qué alguien querría silencio?, me preguntaba, pero nadie me dijo que a
veces el silencio no es de que uno lo quiera, a veces simplemente pasa.
No entraré en detalles, pero un día Dios sólo hizo silencio. Entraba a la capilla del Santísimo y ya no experimentaba “esa intimidad”; las canciones ya no me llegaban; la alabanza en voz alta no expresaba lo que mi corazón sentía; y en el momento de mi vida donde yo necesitaba más respuestas, donde necesitaba comprender qué estaba pasando, Dios optó por no hablar. ¿Por qué ahora que te necesito?, le decía en mi oración, reclamo tras reclamo, hasta que recordé “La Fuerza del Silencio”. No sabía dónde había puesto ese libro, pero tenía que encontrarlo. En mi búsqueda por un grito de parte Dios, estaba dispuesto a buscarlo donde fuera, incluso en ese libro que Ratzinger no pudo empezar de una manera cautivadora para este soberbio pecador. Lo encontré dentro de una mochila donde había otros libros piadosos que no he leído hasta la fecha, pero allí estaba “La Fuerza del Silencio”. Lo abrí, y después de saltarme a Ratzinger, error que más adelante reconocería, leí al Cardenal Robert Sarah, y a lo mejor a ti no te va mover mucho el siguiente texto, pero debido a la situación que estaba pasando sentí que fue un tsunami en mi corazón.
“La pregunta fundamental es la siguiente: ¿cómo puede el hombre ser realmente imagen de Dios? El hombre tiene que entrar en el silencio.”
¿Entrar en el silencio? ¿qué es eso? Yo tenía tantas dudas, pero esa frase las calmó e hizo a mi cabeza y mi corazón concentrarse en esa frase: “entrar en el silencio”. No entendía el por qué, pero sabía que tenía que entrar en ese silencio. Seguí leyendo y para darle sentido a todo lo que he estado escribiendo encontré la frase: “Ningún profeta ha encontrado jamás a Dios sin retirarse a la soledad del silencio”. ¿A qué voy con toda esta reflexión que podrá parecer no tener sentido? Ya sea que estés buscando respuestas o no, que tu vida vaya bien o esté perdida en la miseria, esta cuaresma te invito a guardar silencio; a huir al desierto donde podrá parecer que no escuches la voz de Dios, lejos de la música, lejos de la alabanza en voz alta, ahí donde esté tan silencioso que puedas escuchar los latidos de tu corazón, ahí donde puedas identificar “el susurro de una brisa suave”(1 Reyes 19, 12); esta cuaresma date la oportunidad de apreciar la voz del Señor. Tantas veces estamos preocupados por platicar con Dios que pocas veces dejamos que Él nos dé respuesta porque “Sólo hallamos a Dios en el silencio eterno en el que vive. ¿alguna vez ha oído usted la voz de Dios del mismo modo que oye la mía?”. Cuando Dios hace silencio verdaderamente está gritando, y está en ti y en mí atender ese grito de Dios.
Moisés, Elías, Juan el Bautista y Jesús fueron en búsqueda de la voz de Dios en el silencio, y vaya que la encontraron. Sin el silencio Moisés no se hubiera dado cuenta que la zarza no se consumía. Elías, a pesar de todo el ruido que había en la montaña, fue en el silencio de la brisa donde encuentra la voz de Yahvé. Juan el Bautista se preparó toda una vida en la intimidad del silencioso desierto para poder salir con fuerza a anunciar al que venía. Y Jesús vivió treinta años en silencio, en intimidad con el Padre, para así estar listo y salir a su misión. Cuarenta días en el desierto es lo que nos espera a nosotros esta cuaresma, un desierto lleno de tentaciones, pero que, si somos suficientemente atentos, encontraremos más que un desierto, una oportunidad de sumergirnos en el silencio de Dios y entrar en Él, porque “el hombre que entra en el silencio entra en Dios”.
Más que un blog para que aprendas algo nuevo, es
un blog que te invita a no huir del silencio, a darte a ti una oportunidad de
escuchar el grito de Dios en la intimidad de tu corazón. Dios se manifiesta con
nosotros a través de los sentidos y para comprendernos se hizo hombre y los
vivió. Esta cuaresma es tiempo de que tú y yo hagamos silencio para comprender
a Dios, para intimar con el amor.
No soy un santo, soy sólo un pecador que busca con fuerza algún día llegar al cielo. Leí un libro que me ayudó a escuchar ese grito silencioso, y a eso te invito, a que esta cuaresma nos demos la oportunidad de encontrar lo que Dios quiere de nosotros, a escuchar el poderoso grito del silencio y así, como los profetas y Jesús después del desierto, salir y predicar la Buena Nueva. TxTJ
“El silencio cuesta, pero hace al hombre capaz
de dejarse guiar por Dios”
Cardenal Robert Sarah, La Fuerza del Silencio 68