La distancia está a sólo una oración
En la tranquilidad de una noche de verano, después de un largo día de retiro, decidimos sentarnos en una de las mesitas jardineras, buscando disfrutar un poco de nuestra compañía. Sin deberla ni temerla, empezamos a agradecer en silencio por las maravillas que habíamos vivido hasta ese día.
Sin planearlo, poco a poco empezamos agradecer en voz alta, incluso sin considerarlo los guitarristas empezaron a acompañar todos esos bellos pensamientos con melodías. En tan sólo unos segundos habíamos empezado a orar, o más bien, continuamos orando.
Hemos caído como católicos en pensar que la oración tiene que ser de cierta estructura, duración o dificultad. La realidad es que es más que un simple monólogo y más que una elaborada alabanza, es la eterna comunicación entre el Padre y el Hijo Amado.
La oración es comunicación.
Desde la creación, Dios Padre desarrolló un vínculo único con su criatura. Una conexión que lo llevará a volverse a Él, para poder entablar una relación.
“Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín).
Es en el momento del encuentro cara a cara donde tenemos una conversación íntima con Dios. No caigamos en querer decir palabras que no son nuestras, ni querer endulzar todos nuestros pensamientos. Él nos conoce desde siempre, conversemos con Él como si estuviéramos un martes en algún café. Nada extravagante, simplemente nosotros.
Sin embargo, como los buenos amigos que somos, no queramos monopolizar toda la conversación. La oración es un diálogo entre el Creador y el creado, entre el Padre y el hijo, en donde ambas partes merecen ser escuchadas de corazón.
La oración es un Don.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la oración es primero una llamada de Dios, y después una respuesta nuestra. Es el Espíritu el que infunde en nuestros corazones ese deseo inexplicable de buscar hablar con nuestro Padre. Es un don que podemos anhelar y pedir.
Si alguna vez te sientes alejado, perdido o confundido, recuerda que la única distancia está a sólo una conversación con Él. Que tu oración siempre sea única, sincera y totalmente tuya.
Comparte una taza de café con el Señor, no perdemos nada, en cambio ganamos mucho.