La cena que nos une
¡Hola, hermano! Espero en Dios que te encuentres con bien, y me alegro de que te hayas tomado el tiempo de hacer clic en este blog. Probablemente desde que leíste el título de este texto ya te has imaginado de qué tema te hablaré a continuación… y es posible que hasta estés más preparado tú que yo al respecto, sin embargo, permíteme compartirte un poco de mi vida y algo que el discernimiento en oración me ha llevado a comprender estos últimos años.
Desde pequeño he tenido la bendición de crecer en una familia católica; aprendí a orar, iba a misa los domingos, rezaba el rosario, etc. Una vez celebrada mi primera comunión comencé a prepararme para servir en el altar como monaguillo, actividad que para ser sincero me gustaba, ya que me parecía una manera de no “aburrirme” durante la celebración (pequeño ingenuo jaja). Fue con el paso de los años que poco a poco le fui encontrando más sentido a la celebración, el vivir de cerca cada misa desde pequeño ha sido algo que me ha formado en la fe y me hizo de alguna manera “curioso” por aprender más de lo que sucede sobre el altar. A pesar de que aún no termino de entender por completo lo que ocurre en cada Eucaristía (y creo que jamás lo haré lol), ahora puedo sentir con mayor fervor cómo es el Señor quien me invita a celebrar esta fiesta con Él.
La Eucaristía es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de nuestro señor Jesucristo presente en el altar, para ti y para mí, esperando a que nos acerquemos. Verdaderamente es “fuente y cima de toda vida cristiana” (Lumen Gentium 11), pero hay 4 cosas en particular de esta celebración que te quiero invitar precisamente hoy a que recuerdes y medites:
La Eucaristía es la última cena de JESÚS con sus apóstoles.
Hace casi 2 mil años el Señor celebraba la pascua judía con sus amigos y compartía con ellos el pan, ¡es Jesús mismo quien nos dice cómo celebrar esta fiesta! Y cada vez que tú eres participe también te conviertes en un amigo más de Jesús que celebra POR ÉL, CON ÉL Y EN ÉL.
Platicando con hermanos separados (con los que son mis amigos o en misiones), he podido reflexionar sobre sus celebraciones. La verdad, por más que intento entenderlas, siento que hay un elemento faltante. Hace falta algo que una por completo su espiritualidad y sus momentos de oración, algo que no cambie con el paso de los años. Hoy estoy seguro de que eso que les falta es la Eucaristía, y me da todavía mas razones para participar en ella con alegría y saberme con certeza amigo de Jesús. “La cruz permanece firme mientras el mundo da vueltas” (Lema de los hermanos Cartujos)
La Eucaristía ES la muerte y resurrección del Señor
Durante todo el año litúrgico la Eucaristía nos recuerda con fervor que es el mismo Cristo que muere en la cruz quien decide quedarse para nosotros en el Vino y en el Pan. Es el mismo Cristo que instaura una nueva pascua para nosotros, donde ya no es la sangre de un cordero la que nos salva, como en el tiempo de los judíos (Éxodo 12), sino la sangre del Hijo de Dios la que nos libera de una vez por todas del pecado y nos abre las puertas de la vida eterna (Hebreos 9).
La semana pasada reflexionábamos en una de las lecturas (Números 21) cómo el pueblo judío sufría en el desierto después del Éxodo. Estaban cansados de vagar y le dieron la espalda a Dios, probablemente de la misma manera en la que tú y yo lo hayamos hecho alguna vez. Muchos israelitas comenzaron a morir a causa de mordeduras de serpiente, sin embargo, Dios se apiada de su pueblo y le manda a Moisés construir un estandarte y colocarlo en lo alto. De esta manera le bastaría a cualquier persona que fuera mordida mirar el estandarte para ser curado. De manera muy similar nosotros también somos mordidos frecuentemente por el pecado. Nos orilla a la muerte y nos hace darle la espalda a Dios igual que lo hicieron los judíos en aquel entonces, sin embargo, nos basta mirar a nuestro estandarte que es Cristo mismo elevado en la cruz, quien nos comparte de su vida eterna. “La gloria de Dios es que el hombre VIVA” (S. Ireneo).
La Eucaristía nos hace UNO con Cristo
La tercera realidad que te quiero invitar a meditar en estos días es que la Eucaristía verdaderamente nos une a Cristo y nos permite irnos pareciendo un poco más a Él. Existe un término que me gusta bastante y creo en verdad que explica a la perfección este punto: “Irradiar a Cristo.” Quiere decir dejar que se vea su luz a través de nosotros, como un faro que va llevando luz a los lugares más oscuros, pero sin ser él quien alumbre sino la luz que lleva dentro. Si te gusta este término te invito a que te tomes un momento y ores como lo hacía el recientemente canonizado Cardenal Newman:
https://es.aleteia.org/2014/04/06/oracion-para-irradiar-a-cristo-del-beato-newman/
La Eucaristía nos hace UNO con la Iglesia
Por último, la Eucaristía es
una fiesta que nos recuerda constantemente que la salvación ya no depende del
lugar donde hayas nacido, como para el pueblo de Israel, o del idioma que hables,
sino que es un don verdadera y completamente gratuito para todos nosotros. Gracias
a Dios tuve la dicha de participar en la edición pasada de la JMJ en Panamá, donde compartí casa con un puertorriqueño, un dominicano y dos sacerdotes
polacos. Por más que nuestras costumbres y nuestra cultura fueran completamente
distintas podíamos sentirnos en familia con el simple hecho de celebrar juntos
la Eucaristía. De la misma manera ahora que me encuentro estudiando en el extranjero, he sentido de cerca cómo el Señor sigue siendo el mismo y se hace presente de
igual forma en el sacramento del altar. Desde que Cristo muere en la cruz, su deseo siempre ha sido
que el mundo entero se pueda salvar. Él desea que nos salvemos, pero no como
seres independientes sino como hijos de un mismo Dios que buscan la salvación
de sus hermanos también. Justamente es de ahí donde surge ese llamado misionero
que nos debe de distinguir a todos.
Creo que los tiempos difíciles que estamos viviendo son todo un reto para la Iglesia Católica. Estar lejos de Cristo Eucaristía nos puede parecer estar lejos de Dios mismo, sin embargo, te invito, hermano, a que verdaderamente utilices este tiempo (y muy particularmente este triduo pascual) para meditar el rol que juega la Eucaristía en tu vida. Mira con detalle cómo te transforma y el cambio que hace en ti el recibir al Salvador, y ojalá que cuando todo esto termine, nuestra fidelidad hacia Él sea mayor que nunca.
Por último, aunque te parezca difícil encontrarte con Dios en esta Semana Santa, créeme que está más cerca que nunca, ¡BÚSCALO! y verás cómo lo encuentras fácilmente. Estos días que estamos por vivir son verdaderamente los más importantes del año para nuestra fe, y son tantas las actividades que podemos hacer para acompañar a Cristo: haz oración, medita un pasaje de la Biblia, reza el rosario, observa las celebraciones en línea o haz una comunión espiritual. Simplemente no dejes que el confinamiento te separe de lo que vivimos como Iglesia.
Dios te bendiga y ¡gracias por leer!
“…Salgamos, pues, de aquella mesa, como leones, respirando fuego terrible a satanás, con el pensamiento fijo en nuestro CAPITÁN y en el AMOR que nos ha mostrado”
-S. Juan Crisóstomo