La auténtica libertad
La libertad, aquel impulso que motiva al ser humano a exaltar la grandeza de su dignidad, la cumbre en la que el hombre encuentra su perfección, aquello que le recuerda al hombre lo que realmente significa ser humano, el punto de encuentro entre la pequeñez del hombre y la inmensidad de su creador. En esto se manifiesta una pequeña parte del esplendor de la verdadera libertad.
Ser libre significa, de una manera más concreta, obrar conforme a su propia voluntad en búsqueda de su plenitud. Y es que, definitivamente, existe una enorme relación entre la plenitud del individuo y la libertad, de modo que una persona no es plena sin antes haber alcanzado su libertad.
El hombre está llamado a la libertad. Desde que el ser humano se inserta en este mundo nace en él la necesidad por alcanzar la libertad, y conforme crece, este deseo late con mucha mayor fuerza.
El ser humano, impulsado por la acción y fuerza del Espíritu Santo, encuentra su perfección en la búsqueda de la verdad. La libertad es signo eminente de la imagen divina. El sello que imprime el Creador sobre la humanidad que le recuerda cuál es el fin y el enfoque al cual deben apuntar todas sus acciones.
Decía Jean-Paul Sartre, filósofo francés y uno de los grandes exponentes del existencialismo:"el ser humano está condenado a ser libre". Así buscaba ejemplificar cómo es que la libertad es inherente a su condición humana y al final es él mismo el que va a tomar el rumbo de sus acciones y se responsabilizará de ellas.
El Señor le concede al ser humano la razón, la facultad que le ofrece la capacidad de intervenir sobre sus actos y conocer la causa que los originan, las circunstancias que lo rodean y el fin hacia el cual se realizan. (CIC, 1750)
El ser humano es racional, y es algo que lo hace semejante a Dios, es capaz de deliberar acerca de la moralidad de sus actos y la consecuencias que tienen como resultado. Esa es una característica que hace al ser humano distinto a los demás seres que existen en la tierra.
Según Santo Tomás, «Todo ser es lo que le conviene ser por su propia naturaleza. Por consiguiente, cuando es movido por un agente exterior, no obra por su propia naturaleza, sino por un impulso ajeno, lo cual es propio de un esclavo. Ahora bien: el hombre, por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza, en lo cual consiste precisamente la libertad; pero cuando peca, obra al margen de la razón, y actúa entonces lo mismo que si fuese movido por otro y estuviese sometido al dominio ajeno; y por esto, el que comete el pecado es siervo del pecado»
Y, ¿por qué el ser humano posee libertad?, o más bien, ¿para qué el ser humano tiene libertad? Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, ¿o no, Peter Parker?
Me gustaría destacar una frase de Santo Tomás de Aquino que, en lo personal, es de mis favoritas: "La raíz de la libertad se encuentra en la razón. No hay libertad si no en la verdad". La forma de poder acceder al conocimiento de la verdad se obtiene mediante la razón, que a su vez se perfecciona mediante la fe. Si la persona realmente desea ser libre debe aprender a dominar su voluntad y a encaminarla conforme al fin con el que fue creada la persona.
Una de las exigencias principales de la libertad es la responsabilidad. Uno de los grandes problemas que amenazan a la libertad es que se vea corrompida por el pecado o el vicio, capaz de esclavizar al ser humano y limitar su autonomía; de modo que el pecado impide un pleno ejercicio de la libertad. Según Santo Tomás, vivir conforme a la virtud nos hace ser participes de una verdadera libertad, ya que nuestro ser va encaminado a un recto uso de la razón y de la acción. A partir de esta premisa podemos afirmar que a través de la virtud se perfecciona el obrar humano, evitando que el pecado lo pueda condicionar o esclavizar.
Para Aristóteles, la virtud es un camino hacia la excelencia humana. Es esencialmente un hábito operativo, una forma de vivir rectamente. Para San Agustín (libro II De libero arbitrio) la virtud es el buen uso del libre albedrío.
El redentor, revelación de la auténtica libertad
Cristo es el mayor ejemplo de una auténtica libertad. Sólo a través de su gloriosa redención, el camino hacia la libertad dejó de ser el tener más, para convertirse en el amar más, servir más y dar más. Cristo revoluciona la búsqueda de la libertad de la persona, para encontrarse con alguien que lo ama de forma personal e incondicional. Sólo en Él el mayor signo de libertad deja de ser algo para convertirse en alguien. Esto es algo que me resulta bastante increíble. Cristo responde y plenifica el anhelo de libertad que arde fervientemente en el corazón del ser humano.
"Jesucristo, liberador del género humano, que vino para restaurar y acrecentar la dignidad antigua de la Naturaleza, ha socorrido de modo extraordinario la voluntad del hombre y la ha levantado a un estado mejor, concediéndole, por una parte, los auxilios de su gracia y abriéndole, por otra parte, la perspectiva de una eterna felicidad en los cielos. De modo semejante, la Iglesia ha sido y será siempre benemérita de este preciado don de la Naturaleza, porque su misión es precisamente la conservación, a lo largo de la Historia, de los bienes que hemos adquirido por medio de Él." León XIII, " LIBERTAS PRAESTANTISSIMUM"
Sólo la verdad los hará libres, sólo en la verdad el hombre encuentra su meta, sólo en la verdad el ser humano es verdaderamente humano, sólo en la verdad es hombre es auténticamente libre; libre de cualquier atadura, libre del miedo, libre de cualquier falsa expectativa en torno a su felicidad. En la libertad el ser humano se desprende de un mundo que le impide realmente ser quien es. En la libertad brilla la misericordia, la esperanza y una profunda, pero muy profunda paz. Tu gracia nos basta, Señor.
Sólo alguien libre de pecado pudo ser capaz de vencer nuestro pecado. Y aquel que resultaba infinitamente incorruptible, realmente puro y limpio de pecado; prefirió dejar de lado su divinidad para asumir nuestra propia debilidad. El Hijo de Dios prefirió padecer para nuestra libertad poder obtener.
Ahí en lo alto, la cruz sobresale triunfante, un signo de victoria para nuestra humanidad y la fuente de toda esperanza existente. Sólo en la Cruz, el cordero de Dios se proclamó vencedor, para que de la libertad el ser humano se pudiese considerar merecedor. Cuando el ser humano de sus pecados se encontraba en perdición, Cristo vino a brindarle salvación.
La cruz es nuestra identidad como cristianos; no somos masoquistas ni le rendimos honor al sufrimiento, sino que le rendimos adoración al que realiza aquel ENORME sacrificio y el fin que con el cual lo realiza: nuestra redención.
"El mensaje de la cruz es ciertamente una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, es decir, para nosotros, es poder de Dios." 1 Cor 1, 18
Somos seguidores de Cristo. Alguien que de la muerte obtuvo vida, alguien que en el inexplicable dolor supo conseguir la mejor muestra de amor, alguien que de entre los pecadores supo encontrar los mejores seguidores, alguien que buscó entre aquellos que estaban perdidos para convertirlos en sus amigos. Este es nuestro redentor, alguien que de lo peor sabe siempre obtener lo mejor.
Somos seguidores de alguien que vive, alguien que nos ama y nos ofrece la libertad. El Señor nos llama continuamente, desde el vientre hasta este preciso momento que te encuentras leyendo este blog (saludos :D). La llamada es la misma, una voz clara, que a pesar del incesante ruido permanece firme. El llamado a la libertad. Él tan sólo espera tu respuesta...
Ha llegado la hora. Si realmente hemos de estar dispuesto a dejar todo y seguirle; debemos dejar nuestros miedo, pecados e inseguridades para con Cristo resucitar a una vida nueva y vivir, de una forma plena, la auténtica libertad.
¿Estás listo?