Autenticidad en la oración y en el Apostolado
Hola hermanos!! Espero que las palabras de este blog ayuden a que aprovechen su cuarentena/distanciamiento social de una mejor manera. Dicho esto, pasemos al blog.
Las palabras del título de este blog revelan algo que ha estado pasando por mi mente y mi corazón desde hace ya más de un año y creo poder decir que hay una relación muy profunda, o muy bella entre estas dos partes.
Antes de empezar a profundizar quiero decir que, no puedo asegurar nada, este blog es una invitación a meditar en el corazón cómo se podría adaptar, incluir, abrazar la idea que se transmite; creo que es algo que a mí me ha dado mucha luz en este caminar de la fe, oración y apostolado, y ojalá a alguien también le pueda hacer algún tipo de ruido en su corazón.
Cuando hay autenticidad en la oración, hay autenticidad en la acción. Quiero iniciar con esta oración porque aquí se resume todo el blog, y porque de aquí sale toda la revoltura que hubo en mi corazón.
Siempre se nos está diciendo que hacer oración es importante en nuestra vida en todo lo que hagamos: juntas, retiros, dar o escuchar pláticas, cuando hacemos un apostolado concreto o simplemente en acciones cotidianas. La idea de que la oración es importante, es algo que sí o sí hemos escuchado más de tres veces y que hemos tratado y/o logrado de hacer. Pero creo que muchas veces no nos damos el tiempo de profundizar del porqué es importante hacer oración, tal vez, en ocasiones corremos peligro de que sea solo un “paso” que hay que cumplir para ejecutar lo que sigue o para continuar en el día, cuando en realidad no vemos el GRAN bien que hay en la oración.
El enfoque que trataré con “la autenticidad en la oración” va un poco más ligado a la oración personal, porque ahí es la fuente del “cómo oramos” en los demás espacios.
Desde que empecé a tomarle importancia a mi vida personal con Dios supe que tenía que orar, contarle mi día, agradecerle, pedirle, alabarlo, todas esas cosas que te dicen desde el catecismo que “debes” de hacer. Pero conforme fui avanzando más en este camino fui descubriendo, como creo que es lo esperado, que la razón de porqué hacerlo va muchísimo más allá de un “deber” seco.
Al no tener consciente qué es lo que quieres lograr o simplemente no saber qué es lo que hay en tu corazón al momento de orar, muchas veces se puede caer en la imitación, en la simulación, en fingir y ponerse, incluso máscaras con el Señor. Al no conocer realmente lo que es, lo que sucede, lo que podemos en verdad lograr en y con nuestra oración, rápidamente podemos caer en una aridez que conlleva a aislamiento de la esencia de la oración, concentrándola en algo rutinario.
Para definir “oración” o para resumir la respuesta del párrafo pasado, me gusta mucho cómo lo hace el Padre Ignacio Larrañaga en su libro de “Encuentro, Manual de Oración”: “La oración es relación con Dios. Relación es movimiento de las energías mentales, un movimiento de adhesión con Dios.” (les doy un momento para que la vuelvan a leer con detenimiento). A esto yo después lo explicaría como: “oración: unión de espíritus, espíritus en sintonía.”
Entender o simplemente ver la oración como algo que nos adhiere con Dios, le da un significado diferente al acto de orar y, en mi opinión, fuerza a hacer un revisada al cómo estamos orando para querer hacerla de una mejor manera.
Más allá de formas metodológicas para la oración (que son de extrema importancia ya que sin tener una nos podemos perder en la oración) me gusta creer que la mejor manera de orar está en la esencia de hacerlo con autenticidad, es decir, no te voy a decir las palabras que tienes que decir para que sea perfecta, en la oración no hay que llenar esquemas de personas ajenas a ti; es libre, es tu espacio, tu oportunidad para ser verdaderamente tú, auténtico.
En la oración se logran infinidad de cosas pero una que me encanta por su “dificultad”, longitud y belleza, es la de la intimidad con Dios, y este es el punto fuerte con el cual vinculo el sentido de “la autenticidad”.
Algo que reflexionaba mucho era sobre la diferencia en el significado tan limitado que el mundo da a esta palabra y la profundidad que es para Dios. Cuando escuchamos esta palabra en otro contexto, el mundo puede verlo como algo simplemente carnal, del cuerpo o un intercambio de sentimientos con una (1) persona que permanece en secreto; sin embargo, la intimidad con Dios supera y profundiza más esto de lo que pudiéramos creer. Con Dios la intimidad es tener esta desnudez con Él completamente, dejar que la Trinidad adentre en cada una de las áreas de nuestro ser, que las conozca, dejar que las mire (aún cuando sabemos que lo sabe todo de nosotros); darle permiso de actuar sobre ellas y darles plenitud y al mismo tiempo, dejarte a ti conocer a la Trinidad en cada una de sus áreas. Es, no solamente un rose de espíritus sino un sumergimiento pleno de ambas partes.
Ahora, si la intimidad es todo esto (o bueno, en la mente de Graciela Rada), ¿cómo lograrlo? No pretendiendo mostrarse diferente de cómo en realidad se es, es decir, con autenticidad. El Padre quiere hablar con nosotros y debemos hacerlo desde nuestra propia autenticidad porque será así como verdaderamente le daremos conocer lo que hay dentro de nuestro corazón y lograremos dar paso a la intimidad. Por eso es importante pedir al Espíritu Santo que dirija nuestra oración, porque Él más que nadie, más que tú, sabe cómo hacer brotar y expresar aquello que tu corazón tanto siente y reflexiona.
Esto suena muy bonito y todo pero si realmente nos ponemos a analizar cómo oramos nos pudiéramos dar cuenta que, quizás, algunas cosas que le decimos a Dios no son propiamente nuestras sino que fueron aprendidas o agarradas de la oración de alguien más.
Hay una riqueza tan grande de ver, escuchar, presenciar cómo otros oran a Dios porque descubrimos gran parte de su ser; nos muestran destellos de la relación personal que llevan con Dios, y eso al final de cuentas nos revela una parte de Dios. Pero puede que muchas veces queremos replicar la oración del otro, haciéndonos creer que es nuestra, lo cual, inconscientemente provoca que se nuble nuestra forma de orar y no hagamos esfuerzo en hacer brotar lo que efectivamente hay dentro de nuestro corazón. Aclaro, no está mal aprender de la oración del otro, a final aprender a orar es un proceso, pero siempre es bueno revisar si lo que dirigimos a Dios es puramente lo que hay dentro de nuestro corazón o si son frases repetidas, sin un significado personal añadido.
¿Cómo se relaciona tener intimidad a través de la autenticidad en la oración con el apostolado? La respuesta que yo he encontrado es que al ser íntimos con Cristo, en el silencio y soledad, se puede, entonces, transmitir esa intimidad al Cristo presente y vivo en la otra persona. La visión que Dios tiene de ti será plasmada y aceptada por ti y se evocará con las demás personas.
Al final de cuentas hay todo tipo de apostolados, unos con muchas personas otros se hacen en el silencio, pero sea lo que hagas, lo que comunican esas acciones es único, algo que nadie más puede comunicar. Muchas veces haremos lío de maneras no tradicionales o no cotidianas, y es ahí cuando se manifiesta lo que nos distingue y caracteriza en el Cuerpo de Cristo. Dios tiene un mensaje con nuestra vida y hay que explotarlo
Muchas veces ser auténticos con el Señor no va a ser fácil, porque tenemos que dejar atrás engaños o mecanismos de defensa que tenemos, entre muchas otras cosas, pero como todo lo que hace el católico, las grandes luchas llevan a grandes recompensas.
Finalmente los dejo con otra cita del Padre Ignacio Larrañaga de su libro “Encuentro, Manual de Oración”:
“La santidad consiste en estar con el Señor y de tanto estar, su figura se graba en el alma; y luego en caminar a la luz de esa figura. En eso consiste la santidad.”
Aspiremos la santidad a través de la autenticidad del corazón en la oración para parecernos a Cristo y transmitirlo de manera única e irrepetible.
TXTJ